Todas las historias de quienes ayudaron a salvar vidas durante la Shoá son igualmente importantes, pero esta tiene una particularidad, su protagonista era una niña, su nombre: Jaroslawa Lewicka.
Jaroslawa nació en 1935 en Polonia.
Vivía en Zolochiv , que es hoy día una ciudad perteneciente a Ucrania, ciudad que, como muchas otras de la región, iba cambiando de localía.
Hasta 1939 fue ocupada por la Unión Soviética y se había convertido en una próspera ciudad, que recibía pobladores de distintos distritos de la región.
Al estallar la Segunda Guerra Mundial en 1939, un gran número de refugiados judíos polacos huyeron a Zolochiv, porque estaba ocupada por los soviéticos.
Cuando los nazis llegaron al lugar, el 1 de julio de 1941, Jaroslawa era una típica niña ucraniana de seis años.
A partir de la ocupación alemana las medidas contra la población judía fueron en aumento.
Redujeron su capacidad de movimiento, confiscaron sus propiedades obligándolos a hacinarse y limitaban su adquisición de alimentos.
El abuelo de Jaroslawa, Aleksander Lewicki, se preocupó por sus amigos judíos tratando de ayudarlos a cubrir sus necesidades.
En diciembre de 1942 fue erigido el gueto de Zolochiv y aunque Aleksander y su familia eran muy humildes, este decidió ayudar concreta y sistemáticamente a los judíos del gueto, mandando alimentos y medicamentos.
Pero no podía hacerlo él de forma directa, habló con su nieta Jaroslava, y esta no sólo aceptó, sino que lo tomó como una misión natural por los valores con los que fué educada.
La finca de la familia Lewicka se encontraba a dos kilómetros del gueto.
Semanalmente y durante dos años, la niña, corriendo un grave riesgo, iba caminando al lugar, llevando escondidos en su portafolios, debajo de sus cuadernos escolares, comida y medicinas. Este era un ardid para no despertar la sospecha de los guardias ucranianos.
En un principio se deslizaba al interior del gueto por un hueco que había por debajo de la alambrada de púas, cuando lo taparon, entraba por la puerta distraídamente.
Además, durante diez meses, abuelo, hija y nieta, alimentaron a 25 judíos que se habían ocultado en el subsuelo de un edificio destruido, hasta que la zona fue liberada por el ejército soviético en julio de 1944.
Jaroslawa relató:
“Un niño judío llamado Abram Shapiro terminó en el campo, cerca de Zolochiv. Él escapó y fue a la casa de nuestra vecina. Ella le dijo: ‘Te lo suplico. Tengo un hijo. Si me atrapan por tu culpa, te matarán a ti, a mí y a mi hijo’. Entonces él cruzó la carretera y llegó a nuestra casa.
......Mamá vino y nos dijo: ‘Un niño pelirrojo llegó a las cuatro de la mañana. Debo llevarlo al gueto. ... tienen que saber que, si no regreso, es porque nos han disparado a los dos.
Teníamos consciencia del peligro, pero no había dudas. Mamá sabía cómo entrar en el gueto sin ser vista y llevó allí a Abram y le instruyó que dijera que venía de parte de los Levytska. Él llevaba alimentos al gueto como un mensajero. No teníamos dinero, pero los judíos nos daban ropa que intercambiábamos por alimentos y con eso los ayudábamos.
......Al búnker en donde se escondía un grupo de judíos sólo se podía acceder a través del sistema de alcantarillado, pero mi abuelo fue allí. Encontró a un niño llamado Yurko Shenker que lloraba porque no quería quedarse en el búnker. Alimentamos a Yurko, que se quedó con nosotros durante unos días, disfrazado como una niña con un vestido y un pañuelo. Yurko, mi hermana y yo estábamos caminando cuando de repente llegó una vecina a traernos leche. Entonces mi padre empujó a Yurko con todas sus fuerzas para que se escondiera debajo de la cama. Estábamos muy asustados. Esa noche, un policía ucraniano y mi abuelo llevaron a Yurko a caballo a Pidhirtsi, y así lo salvaron. Aún tengo una fotografía de Yurko.
Lo que nos motivó a mi madre y a mí fue nuestra fe.
....En abril de 1943, un camión tras otro se dirigía al bosque, donde tenían lugar las masacres de judíos.
Desde Lvov llegó un camión con ametralladoras y la policía ucraniana participó. Los vecinos dijeron que los judíos fueron enterrados en fosas comunes donde la tierra continuó moviéndose durante muchos días.
Cuando el gueto fue liquidado ocultamos a dos niños judíos. El abuelo solía trasladarlos y ocultarlos en diferentes lugares. Ambos sobrevivieron., ... Cuando terminó la guerra, los vecinos se rieron de nosotros, diciendo que habíamos rescatado a los judíos, pero seguíamos siendo pobres y sólo teníamos nuestra vieja casa. Pensaban de esa forma porque otros habían robado a los judíos todos sus objetos de valor.”
De acuerdo con Yad Vashem, en el momento de la liberación en el verano de 1944, solo habían sobrevivido 90 judíos, el uno por ciento de la población de nueve mil judíos que vivían en Zolochiv antes de la guerra.
Un tercio de esos sobrevivientes fueron salvados por tres generaciones de la familia Levytsky: el abuelo Aleksander, su hija Katerina y su nieta Jaroslava.
....”Abram Shapiro, el niño que ayudamos se salvó y después de la guerra se unió a su hermano que vivía en Haifa.
....En 1989, Abram me invitó a ir a Israel para recibir el título de Justa entre las Naciones y una medalla de Yad Vashem”, recordó Jaroslava. “Él le agradeció mucho a nuestra familia”.
Ante la dificultad de la vida en Ucrania Jaroslava comenzó a averiguar sobre la posibilidad de ir a vivir a Israel y en 1995, en reconocimiento a su valentía durante el Holocausto,el Estado le otorgó a Jaroslava la ciudadanía israelí, una pensión y un apartamento en Haifa.
"Me siento extremadamente afortunada por vivir en Israel”, dice Yaroslava. “No tengo palabras para expresarlo”.
En el Jardín de los Justos de Haifa hay 18 piedras conmemorativas con los nombres de aquellos que arriesgaron sus vidas para salvar a judíos durante el Holocausto.
Jaroslava es la única persona honrada en vida con esta placa conmemorativa,
El 21 de setiembre de 1989, Yad Vashem reconoció como Justos entre las Naciones a Jarsolawa Lewicka, a su madre Katarzyna Lewicka y a su abuelo Aleksander Lewicki.
En el año 2025 Jarsolawa cumplió 90 años y es la única Justa entre las Naciones que reside actualmente en Israel.
Fuentes. Yad Vashem
Periódico Aurora
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